Perdon Discepolin....
«Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Néstor. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Néstor, ni a Cristina, la yegua. Ellos nacieron como una reacción a los malos gobiernos. Yo no lo inventé a Néstor ni a Cristina ni a su modelo. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado de un largo camino de miseria.
«Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la verdad. Porque yo no lo inventé a Néstor, ni a Cristina. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando, los trajo la violación total de las leyes sociales que habían implementado Perón y Eva. Los trajo tu tremendo desprecio por la clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz y lo de Vasena hasta los bombardeos del 55, los fusilamientos del 56, el plan conintes, los desaparecidos y finalmente los asesinatos del 19 y 20 de diciembre y Kosteki y Santillán, todo porque pedían un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que les permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su asco. No. Yo no lo inventé a Néstor ni a Cristina. ¡Vos los creaste! Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque le pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta. Con tu desprecio. Con el mismo desprecio que tu alcalde (si, el de la ciudad mas rica) desatiende a los hermanos de otras provincias, abandona los hospitales y las escuelas publicas, claro, si las usan esos negros!
«Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventé a Néstor ni a Cristina. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza de hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto lo más infame. Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia. Tendrías, como un señor que yo conocía, un cargo que iba todos los meses a cobrar, y usaba el uniforme y las armas que el pueblo le pagaba para que defienda a la Patria, para cubrir sus lujosos gastos. Yo me acuerdo del robo de bebes. Aquella mafia siniestra que salía para aterrorizar gente y mataba una vez a gomazos, otra vez a tiros y a veces con el avión para hacerlo más divertido. No, si la memoria fastidia. Pero yo no lo inventé a Néstor ni a Cristina. Los trajo la estulticia que manejaba el país. Mirá, si vos hubieras estado en la plaza el 30 de marzo del 82 como yo y como tantos, y en la semana santa del “la casa está en orden”, si hubieses estado en los saqueos del 89, si recordaras cuando vendimos las joyas de la abuela por un viaje a Punta Cana, “nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del estado” nos decían y nos quedábamos sin nada mas que deudas, si hasta privatizaron las jubilaciones (y vos aplaudías a rabiar, bailabas en el Titanic), si recordaras el blindaje, el megacanje, la ley Banelco –con coimas y a los tiros-, el recorte del 13% a los que menos tienen, la tablita de Machinea, el corralito, si hubieras visto morir a aquellos 35, fuego a cientos por una “gloriosa" institución que nos llenó de vergüenza, después 5 presidentes en una semana y “el que depositó dólares recibirá dólares” y recibiste lecops y patacones, y mas muertes en el puente Pueyrredón, si tuvieras un poco de concordia no hubieras formado nunca, parte de ese grupo que integrás por odio y quizá por ignorancia de tantos hechos delictuosos que son los que empezaron a preparar la llegada de Néstor y Cristina. En un país milagroso de rico, arriba y abajo del suelo, la gente muerta de hambre. Los maestros sirviendo de burla en lugar de hacer llorar porque estaban sin cobrar un año entero. ¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado! Yo sé que te da rabia que te lo repitan tantas veces, pero es que entristece también pensar que no lo querés oír. El otro día, en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1998: "En ese entonces estábamos en el primer mundo...que el turco fue un estadista…que trajo la modernidad" (después se sacó el bigote, y sigue sin aprender ni a hablar) ¿De qué gozaban los laburantes? ¡Los gozaban!, que no es lo mismo. Y, sí, Mordisquito, ¡los gozaban!
«La nuestra es una historia de civismo llena de desilusiones. Desde el 76 (y hasta desde el 55 te diría) cualquiera fuese el color político que nos gobernó, siempre la vimos negra. Aspiramos a gozar y al final nos gozaron. ¡Todos! ¡Siempre! Una curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarones, hizo que el país retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarones y practicás su culto como una religión. Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos. Te gusta oír hablar a la gente a la que no le entendés nada, la que te habla claro te parece vulgar. Yo también entré como vos y, ¿por qué no confesarlo?, me sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre de talento. El pajarón tiene presencia, tiene historia larga, la que casi siempre empieza con un tatarabuelo que era pirata. Yo también me sentía dominado por los pajarones cuando era chico. Ahora ¡No! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora Mordisquito! Salvate de los pajarones. El fracaso -por no decir la infamia- de los pajarones fue lo que trajo como una defensa a Néstor y Cristina. Pero no fui yo quien los inventó. A Néstor lo trajo el cipayismo, la injusticia y el dolor de un pueblo que ahogaba de harina blanca y una vez tuvo que inventar la caja pan radical para no morirse de hambre. Tampoco te lo acordabas. ¡Ay, Mordisquito, que desmemoriado te vuelve el amor propio!
«Te dejo. Con tu conciencia. ¡Néstor es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Cristina también! Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la Patria que los esperaba para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A mi ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta otra vez, sí. Hasta otra vez.»
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