Rusia-¿Ucrania?

Eduardo Crespo (@ecres70) en Twitter nos da una clase magistral de Historia y Geopolitica

Putin dice que Baker, secretario de Estado de Bush, engañó a Gorbachev cuando le prometió que la OTAN no se extendería al Este de Europa si aceptaba la unificación alemana. ¿La responsabilidad fue de USA por mentir o más bien de Rusia por creer?
La mayoría de los entendidos efectivamente piensa que el conflicto en Ucrania es resultado de la ampliación de la OTAN en desmedro de la seguridad rusa. La ‘agresión’ rusa sería una respuesta comprensible a la seguidilla de provocaciones norteamericanas.
George Kennan calificó esa política como “un gran error”. La Guerra Fría tendría fundamentos ideológicos y con la caída del comunismo Rusia habría dejado de ser un enemigo.
Me permito discrepar con Kennan. La cuestión ideológica es importante. El conflicto entre Occidente y la URSS no era apenas una confrontación entre países sino también entre sistemas. Pero no todo es ideología.

Para los conocedores de historia no debería pasar inadvertido que la disputa entre rusos y anglosajones es anterior a la guerra fría. Para ubicarnos nos referiremos a un texto del célebre estratega británico Halford Mackinder “El pivot geográfico de la historia”

Se trata de una presentación realizada en la Sociedad Geográfica de Londres en 1904. En pocas páginas el autor ofrece toda una concepción geopolítica que podría interpretarse como una reconstrucción de la estrategia británica con relación a Rusia durante el siglo XIX.


Eurasia es el continente principal. El más grande, el más rico en recursos, cuenta con un inmenso eje este-oeste en los términos de Jared Diamond, y desde tiempos históricos allí vivió entre 60 y el 80% de la población mundial. Quien controla Eurasia controla el mundo.


Este inmenso continente, según Mackinder, tiene un heartland y un rimland. Un corazón terrestre y un borde costero.

Hasta entonces las potencias navales, como la propia Inglaterra, llevaron la delantera. Se trataba de dominar el Rimland conquistando puntos estratégicos en los litorales, como puertos, islas y sitios de estrangulamiento desde donde controlar el comercio.

Ésta era también la tesis del estratega norteamericano Alfred Thayer Mahan. El transporte marítimo era más rápido, barato e libre de obstáculos. Para dominar el comercio debía contarse con poder naval. Dominar el mundo exigía controlar océanos y rios.

Pero este panorama estaba cambiando con la difusión del ferrocarril. Los grandes espacios terrestres ahora podían atravesarse también de forma rápida y barata con la construcción de líneas férreas.

Los trenes facilitaron la integración de inmensos territorios como el Oeste norteamericano o las provincias argentinas. Pero lo que preocupaba a Mackinder era el Tren Transiberiano que se estaba terminando de construir precisamente en 1904.


Con los ferrocarriles también cambiaban las formas de hacer guerras. En pocos días podían colocarse decenas de miles de soldados en territorios distantes. La llegada del Imperio Ruso al Este Asiático era una amenaza para los británicos.

Un ferrocarril que atravesaba la estepa desde Moscú hasta Vladivostok (¿y por qué no Corea?) ponía a China - muy debilitada entonces- en manos rusas.

No es casual que los británicos apoyaran a Japón en su guerra contra Rusia ese año. Ya habían firmado una alianza de apoyo mutuo en 1902. El tren aún estaba en construcción y ejercito zarista fue derrotado. La flota rusa debió realizar una agotadora travesía desde el báltico.

Observando el asunto con más detenimiento, sin embargo, deberíamos agregar que la expansión rusa ponía en peligro toda la arquitectura imperial británica, especialmente su dominio sobre la India, o más precisamente el subcontinente indio, “la joya de la Corona”.

Esto derivó en las guerras Anglo-Afganas. Afganistán, especialmente el pasaje de Khyber, conecta las estepas de Eurasia al subcontinente. Se convirtió desde entonces en uno de los más trágicos espacios de esta pulseada entre rusos y anglosajones.
Estamos hablando de “El Gran Juego” (“The Great Game”), como lo llaman en Inglaterra, quizás la fractura geopolítica más relevante de los últimos 200 años. En Rusia se la conoce como “El torneo de las Sombras”.

En el siglo XIX todo el Rimland se convirtió en un sandwich entre rusos y anglosajones. No sólo vemos a estas placas tectónicas provocando terremotos en Afganistán, también en el Imperio Otomano (guerra de Crimea), Persia, Balcanes, etc.

El principal escenario de este torneo, entretanto, era Europa, más específicamente Alemania. Este país lideraba la 2º Revolución Industrial junto a EEUU, desplazaba a Inglaterra como principal potencia industrial europea y disputaba espacios coloniales incluso en África.
Alemania también fundaba sus ambiciones geopolíticas en infraestructuras ferroviarias. En alianza con los Otomanos, buscando una salida portuaria en el Golfo Pérsico, financiaba la construcción del famoso Expreso Berlín-Bagdad.

La estrategia central de los británicos era evitar cualquier aproximación entre rusos y alemanes. Según Mackinder, quien controla el eje Berlín-Moscú controla el heartland, quien controla el heartland controla Eurasia y quien controla Eurasia controla el mundo.
Por diferentes motivos, desde la pericia británica hasta las torpezas alemanas, el eje Berlín-Moscú nunca se concretó. En las dos guerras mundiales anglosajones y rusos estuvieron del mismo lado precisamente contra Alemania.
Con la Revolución en Rusia la transformación ideológica fue fundamental, pero los fundamentos geopolíticos de la disputa con anglosajones no se alteraron sustancialmente.
Al inicio los bolcheviques pensaban que el destino de la revolución rusa dependía de otra revolución… en Alemania. León Trotsky, después de vencer en la guerra civil (a locales y extranjeros), redirigió el ejército rojo hacia el Oeste para apoyar la Revolución en Alemania.
Lo frenó su derrota en Polonia, que luchaba por su independencia con apoyo de… Inglaterra. La revolución ya no sería mundial. Desde entonces la doctrina stalinista del “Socialismo en un sólo país” fue abrazada más por realismo que por convicción.
Terminada la 2º guerra mundial la política anglosajona, ahora bajo el liderazgo estadounidense, siguió los mismos pasos de antaño: Plan Marshall para reconstruir su área de influencia europea (Alemania incluida) y creación de la OTAN para contener a los soviéticos.

China merece una mención especial en esta historia. Terminada la guerra, bajo el liderazgo de Chiang Kai-Shek, EEUU la incluyó como parte fundamental de su estrategia de contención de los soviéticos en Asia. Incluso fue incluida en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero Mao Zedong tenía otros planes. Chiang Kai-Shek y su ejército debieron refugiarse en Taiwán con protección de los portaaviones estadounidenses, aunque representaron a China (las semejanzas con Juan Guaidó no son casuales) en el Consejo de Seguridad hasta la década de 1970.
El cordón sanitario para contener al comunismo debieron construirlo en Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Malasia. Financiaron el milagro económico en la periferia china.
Sin embargo, en los 70s, gracias a una jugada diplomática genial, entre otros de Kissinger y Zhou Enlai, chinos y norteamericanos se aproximaron, en parte para contener a los soviéticos. China “volvía al mundo” y el mundo de a poco se fue inclinando hacia el Este de Eurasia.

Sintetizando, ¿La responsabilidad fue de Baker por mentir o más bien de Gorbachev por creer? De ninguno de los dos. En los 90s Rusia estaba muy debilitada para impedir la extensión de la OTAN, el bombardeo de Belgrado o la separación de Kosovo.
Durante años Rusia tampoco pudo enfrentar las llamadas “Revoluciones de Colores” y la derribada programada de gobiernos pro-rusos en su antigua área de influencia.
Desde los primeros años 2000, suba del precio del petróleo mediante, los rusos sienten que el país está nuevamente de pie y no están dispuestos a tolerar mayores avances de EEUU en su entorno.
Respondieron con las armas por primera vez en Georgia en 2008. Después siguieron Crimea 2014, Siria 2017, operación en Ucrania en estos días. Hasta ahora todas estas incursiones terminaron en victorias en desafío abierto a la coalición occidental.
Reflexión final: si el gran enemigo futuro de EEUU es efectivamente China, ¿tiene sentido seguir hostigando a los rusos para evitar un improbable eje con Alemania, país sin poder militar ni autonomía geopolítica? ¿No están acaso arrojando Rusia en los brazos de China?
¿Un eje Pekín-Moscú no debería ser mucho más preocupante que el improbable Berlín-Moscú? ¿La política ‘occidental’ sigue regida por un anacrónico eurocentrismo sin fundamentos?
Lo dudo. En países relevantes la estrategia internacional no suele estar a cargo de boludos. Pero sinceramente no tengo una respuesta que me satisfaga.


























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