Inflación, crecimiento y desigualdad



En Argentina hace un tiempo tenemos lo que suele decirse vulgarmente una frazada corta.

Tenemos crecimiento con inflación en alza o caída de la actividad económica con inflación en baja.

Tenemos muchos trabajadores y sus correspondientes empleadores en la informalidad, generalmente en actividades de poco valor agregado y baja productividad.

Tenemos un importante sector de la sociedad con muy bajo nivel de consumo, muchos en la pobreza o indigencia.

Tenemos una elevada demanda de dólares aun en momentos de superávit comercial.

Tenemos, casi como en cualquier otro país, un conjunto de grupos económicos que concentran la producción de bienes esenciales o insumos difundidos, con ello concentran poder y riqueza.

Cuando acceden al gobierno los representantes de las distintas facciones del poder económico, aplican recetas recesivas no importa las circunstancias. Los liberales, neoliberales, monetaristas o marginalistas, representando al sector financiero, aplican ajustes fiscales, acompañados de valorización financiera a través de la bicicleta, hoy popularizada como carry-trade, dependencia cultural anglo-sajona de mediante, con dólar fijado a base de endeudamiento externo, suele ser el proceso más extranjerizante, destructivo para la industria nacional, que culmina generalmente en una crisis cambiaria y fuga de capitales. Pueden llegar a frenar un poco y por un tiempo la inflación a costa de producción y empleo nacional. Cuando los grupos económicos locales ocupan el Estado, suelen aplicar políticas “desarrollistas”, con el objeto de restablecer la actividad de la economía real, de dólar alto, con salarios bajos y recortes fiscales, la baja del consumo popular genera excedentes para exportación y de divisas para financiar importaciones. También se dan combinaciones de esos procesos que dañan el aparato productivo, el empleo, las condiciones de vida de nuestro Pueblo, la debacle de la infraestructura o su usufructo para beneficios particulares, y el atraso científico-tecnológico.

Los modelos económicos propuestos por ambos sectores del poder económico, fracasaron una y otra vez, porque además de injustos y antinacionales, son insostenibles desde le punto de vista teórico en el marco de la sociedad Argentina realmente existente. Y en su intento por reemplazar esta sociedad, han tenido algunas batallas victoriosas, pero no han logrado que el Pueblo haya dejado de resistir.

Cuando se aplican políticas para mejorar el ingreso de la población, sube el consumo, crece la producción, se genera trabajo, pero aparecen tensiones inflacionarias, la concentración en la producción de insumos básicos hace que muchas veces, en lugar de invertir para aumentar la oferta, aumenten los márgenes que luego dolarizan, eso causa una suba del precio del dólar ante la presión de la demanda, ya que la oferta de dólares no puede crecer sin que crezcan las exportaciones. Ahí ya tenemos algunos puntos para sacar algunas conclusiones, una es que necesitamos mayor exportación para tener más oferta de dólares, la otra es que la voracidad por mantener márgenes extraordinarios y dolarizarse por parte de esa cúpula empresaria, hace inviable cualquier intento por lograr crecimiento con estabilidad si el proceso está en manos de ese sector.

Con una población con pleno empleo y capacidad de consumo para sostener una vida digna, es decir con una distribución del ingreso y la riqueza en línea con la Justicia Social, las tensiones en la oferta y demanda de bienes y de dólares deberían estar resueltas, es lógico que cualquier intento de crecimiento económico con estos niveles de desigualdad, subconsumo, extranjerización, actividad irregular y empleos precarizados, genere desequilibrios de las ofertas ante el aumento de las demandas, solo evitables con mayores niveles de inversión productiva y desdolarización. 

Una población con sus demandas cubiertas, con un consumo adecuado para tener un buen vivir, no podría tensar el equilibrio de la oferta de bienes, y además podría generar una oferta de crédito con sus ahorros que puedan sostener un buen nivel de inversiones.


Esto no parece ser posible con una burguesía fallida, dispuesta a complacer al poder financiero internacional o a los organismos internacionales comandados por los estados centrales, o directamente respondiendo a gobiernos extranjeros que no tienen más objetivos que sostener el bienestar de sus poblaciones y no de la nuestra. Y mucho menos con grupos económicos extranjeros que responden a los intereses de su país de origen.

Solo un Estado en manos del Pueblo, tan fuerte que pueda disciplinar las conductas de estos actores económicos que tienen suficiente poder de fuego para desestabilizar, es la salida de este laberinto que nos tiene atrapados.

La posibilidad de que el Estado logre apropiarse de rentas extraordinarias que hoy obtienen los grupos económicos (experiencias en parte ya realizadas durante gobiernos Peronistas), disminuye el poder de esos grupos para desestabilizar, disminuye la presión sobre la oferta de dólares, proporciona una oferta disponible de capital para diversificar inversiones, distribuye de manera más equitativa los ingresos, genera un ámbito posible para planificar mejor nuestra matriz productiva, y mejora la posición de nuestro país en la administración adecuada de las divisas necesarias para el buen funcionamiento de la economía nacional.

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